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Lucifer

In Análisis de Esculturas,Análisis geométrico on 4 octubre, 2010 por Álvaro Rendón

© Álvaro Rendón Gómez, septiembre 2010

La luz del mundo, separada el segundo día de la creación, quedó oculta en lo más profundo de la tierra, sumió en un caos devorador a los hombres del período anterior. Para salir de las tinieblas el hombre se verá obligado a despertar esa luz en su corazón. Lucifer, en este caso, es la luz creadora emanada de Dios, dirigida al mundo para crearlo a su imagen y semejanza; siendo el principio emanado de Dios en el acto de la creación (Lucifer1). De lo Absoluto inmanifestado, del que no podemos conocer nada porque no se ha manifestado, procede la Sustancia-Raiz Primordial, el Rayo creador o Lucifer, en un acto introspectivo de Dios mismo. Los indios llaman a esa sustancia-raiz mulaprakriti. Bajo la voluntad del Logos creador (Adi o Primero) el fohat, o energÌa en estado potencial, se transforma en energÌa dinamica del EspÌritu o Ideación Cósmica (purucha) desperando sus tres cualidades definidoras: Voluntad, SabidurÌa y Actividad; vivificando asÌ cada átomo de la sustancia cósmica (prakriti). Esto obliga a que las tres cualidades de esa sustancia cósmica se despierten como Movilidad, Inercia y Ritmo. De este modo, obtenemos la Mónada, o septimo principio humano, o Atma, que espera en el plano divino medio su turno para entrar en la corriente involutiva-evolutiva de adquisición de conocimientos para llegar a ser Logos; puesto que la Mónada necesita de la materia para recibir conocimiento de cada plano.

El hombre se equivoca cuando lo identifica con Dios mismo o detiene su estudio en la creación misma, sin trascender hacia el principio que lo creó todo.
El conocimiento de lo creado nos acerca al Creador; algo diferente a la utilización que podamos hacer de ese conocimiento. Si nuestros actos son presididos por el altruismo beneficiarán ese acercamiento; si, por el contrario, se emplean de modo egoísta, nos aleja. La bondad o maldad del conocimiento de lucifer dependerá de la utilidad dada al mismo. El fin último del ser humano es alabar a Dios, del que procede y al que, inexorablemente, tiende. No existe ningún otro fin más altruista que este.
Esa luz divina del segundo día de la Creación jamás dejó de alumbrar los corazones de los hombres.
La ilustración (Lucifer2) muestra una piedra tallada con la inscripción “Lucifer» -a la izquierda de la foto–, y «esperus» –en el centro, que se puede admirar en Roda de Isábena, en Ribagorza (foto http://www.romanicoaragones.com). Si en el templo románico quedaba oculta entre los muros es porque así lo exigía la búsqueda. La frase “Lucifer, ESPERUS” tallada en la urna de piedra conservada en la Iglesia Catedral de San Vicente, en la localidad de Roda de Isábena, en la Ribagorza, hace alusión a esta luz, a la que llama, literalmente, “Lucifer”. Naturalmente, no se refería al príncipe de las tinieblas (que choca por lo reiterativo y paradógico, que el ángel caído, llamado Luz-Bel, la iglesia le denomine así: Príncipe de las Tinieblas).

Esperus es Hesperus, uno de los hijos de Eos, hermana de Helios, el dios Sol, extraordinariamente hermosa que abría cada noche la puerta de las tinieblas para que su hermano pudiera alumbrar el mundo. Esperus es la estrella de la tarde, el planeta Venus que brilla por la mañana y desaparece cuando el sol está en lo más alto. Entonces, el Lucifer de la lápida es «el que transporta la luz», y las dos flores de seis pétalos que decoran la urna vienen a reforzar la simbología de estrellas de seis puntas inscritas en sus correspondientes círculos. Al localizarse sobre una lápida, la frase es un grito de esperanza del difunto que cree en la resurrección.

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